Hola cariño,
Escribo esto mientras tú duermes. Para
variar. Es lo que tiene cuando se juntan un búho y una marmota, que a veces lo
de coincidir se lleva difícil.
Pero pst, te voy a ser sincera. A veces
está bien lo de no coincidir tanto. Porque los ratitos son más de mimos que de
broncas y más de besos que de platos sin fregar. Los “otra vez no has colgado
tu abrigo” se convierten en un pellizco en la nariz y todo lo bonito se exprime
más.
Otras veces no está tan bien. Y entonces quiero
llamarte en cada descanso del trabajo, ir a buscarte a la parada del bus, que
aparezcas por sorpresa en la puerta o cantarte un poco de eso que cantaba JP,
sí, ya sabes:
“Si ya no hay casi tiempo para los dos,
robaremos minutos al reloj.
Si tú vas con la luna y yo con el sol,
con cada eclipse volveremos a vernos.”
Pues eso.
Son las 00:10h. Ni tan tarde. Obi está
jugando con la bola que ya ha robado al árbol de Navidad y yo estoy preparando
tu regalo. O nuestro regalo. Porque me está quedando tan bien que me estoy
planteando hacerme uno a mí también.
Sí, qué pasa, me gusta crear intriga. Esa
soy yo. Kamila la misteriosa. Creando intriga desde 1995.
Pero vamos a ponernos serios ya, que llevo
una página y lo único que he dicho hasta ahora son chorradas.
Este año ha sido intenso. Para ti al menos.
Para mí ha sido como todos los demás, claro. Te lo dije en su día, si estabas
conmigo, no te aburrirías. Y dios, sabes bien que es cierto.
Trabajos, casas, seres. Has vistos como
aparecían y también se marchaban. Nos hemos cogido de la mano, hemos hablado
mil horas sobre elegir ropa para el nuevo día, sobre los arañazos de Obi, sobre
las medicinas de Link, y llevado cajas juntos.
Sí, ha sido un año intenso.
No te puedo prometer un “para siempre”,
pero seguro que hay un “y fueron felices”. No te puedo prometer lo que
imaginamos en tu buhardilla, pero puedo cambiarlo por un “sonriamos y
disfrutemos”.
No sé dónde estaremos dentro de un año,
cinco o tres meses. Pero seguro que nos pensamos con cariño.
Porque si algo tengo claro en este barullo
que es mi vida y mi cabeza, es que te quiero mucho.
Te quiero por no haber salido corriendo
aquel lunes 20 de Noviembre del año pasado, por haberme dado la mano aunque la
tuviera fría en esa cena en Madrid, por haberme dicho “no te dejaré sola” y no
haberlo hecho en esa Nochebuena que tanto temía.
Te quiero por darme tu opinión, aunque
siempre haga lo contrario; por elegir una foto de cincuenta casi iguales; por
discutir por teléfono con Rául, Moon y yo sobre los zapatos de la comunión.
También por saber decir “lo siento” y “te
perdono”, por las cosquillas en la cocina, y dejarme meterte las manos bajo la
camiseta cuando tengo frío. Por escucharme, aunque cante fatal y sonreír como
si lo hiciera bien.
Son un pequeño montocito de razones sin
sentido o sin importancia. Pero, ¿sabes un secreto? Así es como funciona. En la
vida real no suele haber grandes actos de amor, saltos en paracaídas ni
declaraciones en el borde de un volcán.
Hay manos y canciones y frío y lluvia y mal
humor y sonrisas y chistes y platos sin fregar y a veces, ropa sucia en la
silla.
Y es bonito.
Ahora creo que ya desvarío.
¿La conclusión?
Que te quiero.
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