6/12/18

Christmiopía #6. Feliz aniversario.



Hola cariño,

Escribo esto mientras tú duermes. Para variar. Es lo que tiene cuando se juntan un búho y una marmota, que a veces lo de coincidir se lleva difícil.

Pero pst, te voy a ser sincera. A veces está bien lo de no coincidir tanto. Porque los ratitos son más de mimos que de broncas y más de besos que de platos sin fregar. Los “otra vez no has colgado tu abrigo” se convierten en un pellizco en la nariz y todo lo bonito se exprime más.

Otras veces no está tan bien. Y entonces quiero llamarte en cada descanso del trabajo, ir a buscarte a la parada del bus, que aparezcas por sorpresa en la puerta o cantarte un poco de eso que cantaba JP, sí, ya sabes:

Si ya no hay casi tiempo para los dos,
robaremos minutos al reloj.
Si tú vas con la luna y yo con el sol,
con cada eclipse volveremos a vernos.

Pues eso.

Son las 00:10h. Ni tan tarde. Obi está jugando con la bola que ya ha robado al árbol de Navidad y yo estoy preparando tu regalo. O nuestro regalo. Porque me está quedando tan bien que me estoy planteando hacerme uno a mí también.

Sí, qué pasa, me gusta crear intriga. Esa soy yo. Kamila la misteriosa. Creando intriga desde 1995.

Pero vamos a ponernos serios ya, que llevo una página y lo único que he dicho hasta ahora son chorradas.

Este año ha sido intenso. Para ti al menos. Para mí ha sido como todos los demás, claro. Te lo dije en su día, si estabas conmigo, no te aburrirías. Y dios, sabes bien que es cierto.

Trabajos, casas, seres. Has vistos como aparecían y también se marchaban. Nos hemos cogido de la mano, hemos hablado mil horas sobre elegir ropa para el nuevo día, sobre los arañazos de Obi, sobre las medicinas de Link, y llevado cajas juntos.

Sí, ha sido un año intenso.

No te puedo prometer un “para siempre”, pero seguro que hay un “y fueron felices”. No te puedo prometer lo que imaginamos en tu buhardilla, pero puedo cambiarlo por un “sonriamos y disfrutemos”.

No sé dónde estaremos dentro de un año, cinco o tres meses. Pero seguro que nos pensamos con cariño.

Porque si algo tengo claro en este barullo que es mi vida y mi cabeza, es que te quiero mucho.

Te quiero por no haber salido corriendo aquel lunes 20 de Noviembre del año pasado, por haberme dado la mano aunque la tuviera fría en esa cena en Madrid, por haberme dicho “no te dejaré sola” y no haberlo hecho en esa Nochebuena que tanto temía.

Te quiero por darme tu opinión, aunque siempre haga lo contrario; por elegir una foto de cincuenta casi iguales; por discutir por teléfono con Rául, Moon y yo sobre los zapatos de la comunión.

También por saber decir “lo siento” y “te perdono”, por las cosquillas en la cocina, y dejarme meterte las manos bajo la camiseta cuando tengo frío. Por escucharme, aunque cante fatal y sonreír como si lo hiciera bien.

Son un pequeño montocito de razones sin sentido o sin importancia. Pero, ¿sabes un secreto? Así es como funciona. En la vida real no suele haber grandes actos de amor, saltos en paracaídas ni declaraciones en el borde de un volcán.

Hay manos y canciones y frío y lluvia y mal humor y sonrisas y chistes y platos sin fregar y a veces, ropa sucia en la silla.

Y es bonito.

Ahora creo que ya desvarío.

¿La conclusión?

Que te quiero.


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