25/6/18

Mi abuela con nombre de verbo




Mi abuela se llamaba Mira y eso nos parecía muy divertido.
A veces cuando caminaba por la calle y alguien le mostraba algo interesante a su acompañante, ella se giraba.
Y a veces a lo mejor alguien la llamaba a ella y ella no se giraba, así, por llevar la contraria.

Mi abuela con nombre de verbo era risueña: se reía mucho, mucho, mucho. Se reía cuando yo le enseñaba modelitos imposibles de combinar y se reía cuando le preguntaba grandes dudas existenciales. Se reía de los chistes de pedos de mi hermana y lloraba de risa con las bromas más absurdas o con mis historias de enamoramientos.

Mi abuela me cogía libros prestados y dejaba que yo se los robara a ella. Cada verano se traía un libro de Polonia y cuando se lo terminaba, me tocaba a mí hacerle una larga y detallada exposición sobre todos los libros que había en mis estanterías.


Le gustaba la música. Me enseñaba a grupos de folclore polacos y detestaba cuando a mi madre le daba por poner Madame Butterfly o cuando mi padre ponía a Pavarotti. 
Ella prefería escuchar las canciones que me componía mi por entonces novio o coger las letras de Extremoduro y cantarlas conmigo.


Mi abuela, además de abuela fue madre. Y no solo de su hija. 

Ella me enseñó a maquillarme de forma decente, a combinar una camiseta y un pantalón, a hacer ecuaciones, a peinarme, y a disfrutar un poquito más de la vida.

Con ella hablaba de libros, de guerras, de sexo y de poetas. Me contó su vida mil y una veces y nunca se negaba cuando le pedía que me lo repitiera. Me habló de como su madre la perdió entre la nieve y volvió a buscarla, del padre que perdió en la guerra y encontró años más tarde, de los hermanos para los que hizo un poco de madre, de su boda, de su marido alcohólico, sus primeras relaciones sexuales, de como trabajó de informática (por aquella época, claro) y como asumió lo que le tocaba sin rechistar.


Mi abuela hablaba polaco, español, ruso y un poco de alemán. 

Nunca le gustaron las sardinas ni tampoco mi rollito marimacho, aunque nunca me criticó, siempre iba guapa para ella, incluso cuando llevaba el chándal del novio de una amiga y una camiseta tres tallas más grande.

Le gustaba jugar a las cartas, bailar salsa, irse de tapas, ver Mamma Mia, las películas de amor y llorar viéndolas conmigo, escuchar todo lo que hacía, quejarse de su peso, su gata Fiesta, sus nietos, salir a caminar por las tardes, leer, ver La ruleta de la suerte (y acertar la mayoría de las veces), pintarse las uñas, las piscinas ni muy frías ni muy caldosas (así llamaba ella a las calientes), el maquillaje, las sombras de ojos azules e ir guapa.


Siempre decía que el campo no era lo suyo, que le gustaba vivir rodeada de gente, tenerlo todo a mano, estar en la ciudad. Supongo que en parte por eso siempre rechazaba mis peticiones de venirse a vivir con nosotros; "Uy, ¿y yo qué voy a hacer tantas horas aquí sola sin mis amigas, mis clases de salsa y mis tiendas al lado?" No, no era lo suyo.

Lo suyo era regalarme mi primera ropa interior de encaje ("para que lo disfrutes, que el rojo da suerte" decía en susurros mientras me guiñaba un ojo) y un vestido amarillo que apenas me tapaba el culo y que para ella, tenía la longitud suficiente. 

O preguntarme entre risas, cuando le confesé que las chicas también tenían atractivo para mí, "pero chiquilla, ¿con el cuerpazo que tiene un buen hombretón?"


Y ayer hicieron cuatro años desde que se fue. Cuatro años en los que no nos hemos reído juntas, cuatro años en los que no hemos compartido maquillaje, cuatro años en los que ella no me ha cantado y yo no he vuelto a ver La ruleta de la suerte. Porque claro, sin ella no. 

Y solo espero que allá donde esté se siga riendo y secándose las lágrimas de risa con la mano mientras contempla cada una de mis meteduras de pata. Que yo aquí abajo la sigo echando igual de menos que ayer y hace cuatro años.

4 comentarios:

  1. Casi me emociono con esta entrada recordando a mi propia abuela <3 Es un homenaje precioso lleno de recuerdos bonitos y experiencias inolvidables *-*

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    1. Las abuelas son maravillosas... a veces pienso en que debería haber alguna ley cósmica que las hiciera vivir por siempre...

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  2. ¡¡¡¡Qué preciosos recuerdos!!!! Tu abuela es afortunada. Con personas como tú ella siempre seguirá viva.

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    1. Me alegro de que te haya gustado el texto!! Quería escribir algo para honrarla, aunque fuera de este modo, mediante un post en un blog :)

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