De mudanzas y tartas de antibiótico

Este verano ha tenido poco sabor de verano.

Quizás sea porque mi descanso más largo hayan sido dos días a la semana, que en nada difieren de los dos días semanales que libro durante el resto del año.

O quizás porque el único viaje que he hecho ha sido ida y vuelta a una boda en la que al novio le conocía de cara y nombre, y de la novia ni recordaba la cara (aunque guapísima iba, todo hay que decirlo).

Si este verano hubiera sido una tarta, tendría sabor a pizza, antibiótico y ensalada de pasta. La pizza que nos comimos el día de la mudanza, el antibiótico del gato enfermo y la ensalada de pasta que me llevaba los días que las horas extras me hacían trabajar 10 o 12 horas seguidas.

La mudanza surgió como surgen las mejores cosas de la vida: de improviso y sin avisar. Un rato muerto, descargar Fotocasa y “¡uy, qué piso tan bonito!”. Obviamente no fue tan sencillo porque si no, no habría sido una buena anécdota. Y empezó a serlo cuando el casero estaba avisado de que me iba, y el piso al que me iba a mudar dejó de estar disponible. Llegó la cuenta atrás, las cajas se amontonaban, también las visitas a pisos en mi calendario, pero cuchitril tras cuchitril, nada encajaba con los mínimos que yo tenía. Hasta que llegó ella.

Fue idea de una amiga escribir en el grupo de Facebook de mi PuebloBonito y fue ella la que dos días más tarde por la mañana me escribía: “Me ha contactado el Sr X, tiene varios pisos en PuebloBonito, llámale”. Una llamada, una visita precipitada a las 21:30 de la noche y ya estaba enamorada. La cocina que ya soñaba con hacer americana, el balcón con protección para los peludos y un casero al que no le importaba que viniera acompañada de dos monstruitos felinos, habían conquistado mi corazón.

Y sí, monstruitos, ya que este verano en mi vida también apareció Obi: un pequeño incordio maullante, de patas largas y cola torcida que ha cumplido en septiembre 4 mesecitos, y aunque a punto estuvo de irse para siempre el rey de la casa, ya que la mudanza y el nuevo compañero no le sentaron bien a su acomodada vida de Lord, ahora, respirando ya con calma, puedo decir que todo va volviendo a su tranquilo cauce.

Sobre el trabajo poco puedo decir; que me hace feliz y que voy sonriendo, y eso, es mucho decir. Además de la gente a la que he conocido, a la que no cambiaría ni por chocolate gratis durante toda mi vida. Y eso, también es mucho decir.

¿Qué tal ha sido vuestro verano? Por favor, contadme de viajes y amistades y fiestas en la playa, que tengo algo de mono.