Ayer fue
probablemente el mejor día del año. Si echo la vista atrás desde enero, no
consigo recordar un día más perfecto que ayer.
Desayuné
con MI un café en medio de la cocina, mientras me gruñía sobre el sueño que
tenía y las íes tan extrañas que escribía su madre.
Luego nos
fuimos a tatuar. Lo hicimos en Nautilus Tattoo Gallery, en Vallecas.
Lo primero
que debo destacar de este sitio es la amabilidad y profesionalidad de los
tatuadores. Aunque no íbamos de cero, porque ya nos lo había recomendado V., aun
así fue una delicia descubrirlo en primera persona.
Lo primero
que hicieron fue copiar y ajustar a nuestras muñecas los diseños que ya
traíamos hechos, para después, plasmarlos en nuestra piel.
Debo decir que me parece algo increíble que alguien se haya tatuado algo que yo he diseñado. Osea, le ha gustado lo suficiente como para decidir no solo que lo quería sino que lo quería tener por siempre en su piel.
Los
tatuajes no nos dolieron prácticamente, aunque a mí me empezó a sangrar un poco
en el punto en el que la muñeca más se acercaba a la mano y oye, agradable no
fue.
Y como
supongo que también querréis saberlo, estuvo muy bien de precio. 60€ el mío,
70€ el de MI y 15€ cada una por las curas.
Supongo que
para compensar lo plasta que estuvo con los diseños, MI me invitó a unas cervezas
después, donde también nos acompañó una muy simpática amiga suya.
Después de
unas cuentas cervezas, pasar por el FNAC, y correr detrás de trenes y buses, vi
a Moon.
Estuvimos
cocinando durante 4 horas, para hacer al menos 3 de esos 12 platos polacos que tenía que haber en la mesa.
Lo
acompañamos de botellas de vino, regalos, picotear relleno de pierogi, cantar,
llorar, gritar y en general, cualquier cosa de esas que hacemos Moon y yo
cuando nos juntamos.
Sin duda,
un día memorable.
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